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Prefiero la desilusión
Prefiero la desilusión. Me ofrezco a ella.
Algo de lo sagrado habita en aquel silencio de altar por el que aprecio el rumor de una verdad desnuda que sigue llamando, sin prometer gloria, pero con autoridad irrevocable.
Elijo el despojo antes que el refugio tibio de la promesa. La desilusión purifica la esperanza. Esperar no significa desear milagros, significa asistir con lealtad a lo que nace débil. Es una esperanza que cabe en la mano, con la fe de que basta una vela para encender la noche.
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